Acabo de estar en el balneario trujillano "Buenos Aires", aprovechando el domingo, y como en las oportunidades anteriores en que he visitado el otrora hermoso balneario, en los últimos años la imagen es cada vez más patética y lamentable. Primero me embargó la rabia y luego cedió su sitio a la impotencia, así que, aguántense, hoy estoy muy triste.
No me remontaré a los tiempos gloriosos de Buenos Aires, en los que los mejores artistas del momento venían desde Lima para amenizar grandes bailes que se realizaban en el Casino “Morillas”, allá por los años 20 ó 30 (queda para el recuerdo la foto inmortal del famoso Grupo Bohemia, con Orrego, Vallejo y Haya, entre otros, que reproducimos aquí). Tampoco me iré hasta la época en que muchas familia trujillanas construían coquetas casas para disfrutar el sol veraniego, "lejos de la ciudad". Sólo me ceñiré a tiempos mucho más cercanos: cuando todavía se podía bajar caminando a la playa y jugar con los niños en la cálida arena, lejos de las olas, siendo el único peligro que de pronto un perro travieso se acercara a husmear, o le cayera a uno un pelotazo de quienes hacían su propio mundialito a la orilla del mar. Estamos hablando de 1990, por ejemplo, lo que es algo bastante reciente, aún para las generaciones jóvenes, que llegaron a caminar por el malecón mirando a los bañistas, disfrutando su cercanía a la ciudad, o a remojarse un rato en la orilla de sus frías aguas, quedando para los más osados en meterse al mar, por lo fuerte de su oleaje.
Hoy de ese casino emblemático, construido sobre pilotes, no queda ni el recuerdo, porque el avance del agua obligó a su demolición. Del malecón quedaban hasta hace poco los restos esqueléticos y derruídos, como impresionante publicidad de la fuerza de la naturaleza, pero hoy han sido retirados y en su lugar hay un enrocado que espera detener el avance furibundo del mar. Del paseo dominguero ya no queda nada, no hay dónde caminar.
¿Y qué hacen las autoridades? Lastimosamente, como viene sucediendo hace mucho en el país, sólo se ven acciones paliativas pero sin estructura, sin planificación, sin un accionar organizado que vea el problema de forma integral.
Con desconcertante optimismo, el Presidente Regional de La Libertad, Ing. José Murgia, ha afirmado: “El mar se ha contenido, no ha avanzado un solo centímetro, desde que se hicieron los trabajos de enrocado en las playas de Buenos Aires y Las Delicias” (http://www.noticiastrujillo.pe/?q=trujillo/murgia-enrocado-ha-contenido-avance-del-mar-en-buenos-aires-y-las-delicias) con un aire de “aquí ya no pasa nada, vuelvan a sus casas que ya no hay nada de qué preocuparse”.
Pero sí hay de qué preocuparse, y mucho. Buenos Aires está herido de muerte, y no hay brigada de salvataje que se asome a darle un último auxilio. Este problema no sólo afecta la parte turística, si queremos llamarlo así, sino a todas las familias que viven todo el año en un lugar que ahora es casi un cementerio en proceso. Y lo más preocupante es que nadie dice a qué se debe en avance incontenible del agua, más allá de las hipótesis de cada quién, ni cuál será el desarrollo del problema o su desenlace final.
¿Será todo producto del cambio climático? ¿Será que el molón de Salaverry tiene la culpa? ¿O será que todo este desmadre es consecuencia, como dicen muchos antiguos trujillanos, de que el órgano ejecutor de turno no levantó todos los espigones especificados en el proyecto al construir el muelle de Salaverry porque de seguro “no eran necesarios” y así el dinero presupuestado llegó a otro destino?
Quienes esto creen aseguran que los técnicos responsables del proyecto advirtieron que de no construirse completos los molones planificados las consecuencias serían devastadoras para la costa de la zona en décadas posteriores, afectando el oleaje. Del dicho al hecho. Una primera constatación de lo vaticinado la tuvo Las Delicias, cuando en una noche “loca”, el mar arremetió con furia y se llevó la primera hilera de casa construidas frente al mar en tan lindo y, en ese entonces, moderno balneario. Hoy dicha playa podría decirle a Buenos Aires, “en el dolor, hermanas”, y lo mismo a Huanchaco que está mostrando, poco a poco, síntomas del mismo mal.
Como siempre, la desidia es terrible y nadie toma al toro por los cuernos. ES UN GRAVE PROBLEMA, para Trujillo y para toda la comunidad de Buenos Aires, y sin embargo se le maneja sólo como un MOLESTO TEMA. Pero no nos desanimemos. Esperemos a las elecciones, y veremos como se convertirá en el nuevo caballito de batalla, cada candidato expondrá a más y mejor su abanico de soluciones mágicas de las que luego no veremos ni las fotos. Y lo más triste, es que no importa por quién votemos (debería ser con “v” o con “b”?). Al final, todos harán lo mismo. NADA.
A esto paso, lo más efectivo será llamar al Chapulín Colorado.
No me remontaré a los tiempos gloriosos de Buenos Aires, en los que los mejores artistas del momento venían desde Lima para amenizar grandes bailes que se realizaban en el Casino “Morillas”, allá por los años 20 ó 30 (queda para el recuerdo la foto inmortal del famoso Grupo Bohemia, con Orrego, Vallejo y Haya, entre otros, que reproducimos aquí). Tampoco me iré hasta la época en que muchas familia trujillanas construían coquetas casas para disfrutar el sol veraniego, "lejos de la ciudad". Sólo me ceñiré a tiempos mucho más cercanos: cuando todavía se podía bajar caminando a la playa y jugar con los niños en la cálida arena, lejos de las olas, siendo el único peligro que de pronto un perro travieso se acercara a husmear, o le cayera a uno un pelotazo de quienes hacían su propio mundialito a la orilla del mar. Estamos hablando de 1990, por ejemplo, lo que es algo bastante reciente, aún para las generaciones jóvenes, que llegaron a caminar por el malecón mirando a los bañistas, disfrutando su cercanía a la ciudad, o a remojarse un rato en la orilla de sus frías aguas, quedando para los más osados en meterse al mar, por lo fuerte de su oleaje.
Hoy de ese casino emblemático, construido sobre pilotes, no queda ni el recuerdo, porque el avance del agua obligó a su demolición. Del malecón quedaban hasta hace poco los restos esqueléticos y derruídos, como impresionante publicidad de la fuerza de la naturaleza, pero hoy han sido retirados y en su lugar hay un enrocado que espera detener el avance furibundo del mar. Del paseo dominguero ya no queda nada, no hay dónde caminar.
¿Y qué hacen las autoridades? Lastimosamente, como viene sucediendo hace mucho en el país, sólo se ven acciones paliativas pero sin estructura, sin planificación, sin un accionar organizado que vea el problema de forma integral.
Con desconcertante optimismo, el Presidente Regional de La Libertad, Ing. José Murgia, ha afirmado: “El mar se ha contenido, no ha avanzado un solo centímetro, desde que se hicieron los trabajos de enrocado en las playas de Buenos Aires y Las Delicias” (http://www.noticiastrujillo.pe/?q=trujillo/murgia-enrocado-ha-contenido-avance-del-mar-en-buenos-aires-y-las-delicias) con un aire de “aquí ya no pasa nada, vuelvan a sus casas que ya no hay nada de qué preocuparse”.
Pero sí hay de qué preocuparse, y mucho. Buenos Aires está herido de muerte, y no hay brigada de salvataje que se asome a darle un último auxilio. Este problema no sólo afecta la parte turística, si queremos llamarlo así, sino a todas las familias que viven todo el año en un lugar que ahora es casi un cementerio en proceso. Y lo más preocupante es que nadie dice a qué se debe en avance incontenible del agua, más allá de las hipótesis de cada quién, ni cuál será el desarrollo del problema o su desenlace final.
¿Será todo producto del cambio climático? ¿Será que el molón de Salaverry tiene la culpa? ¿O será que todo este desmadre es consecuencia, como dicen muchos antiguos trujillanos, de que el órgano ejecutor de turno no levantó todos los espigones especificados en el proyecto al construir el muelle de Salaverry porque de seguro “no eran necesarios” y así el dinero presupuestado llegó a otro destino?
Quienes esto creen aseguran que los técnicos responsables del proyecto advirtieron que de no construirse completos los molones planificados las consecuencias serían devastadoras para la costa de la zona en décadas posteriores, afectando el oleaje. Del dicho al hecho. Una primera constatación de lo vaticinado la tuvo Las Delicias, cuando en una noche “loca”, el mar arremetió con furia y se llevó la primera hilera de casa construidas frente al mar en tan lindo y, en ese entonces, moderno balneario. Hoy dicha playa podría decirle a Buenos Aires, “en el dolor, hermanas”, y lo mismo a Huanchaco que está mostrando, poco a poco, síntomas del mismo mal.
Como siempre, la desidia es terrible y nadie toma al toro por los cuernos. ES UN GRAVE PROBLEMA, para Trujillo y para toda la comunidad de Buenos Aires, y sin embargo se le maneja sólo como un MOLESTO TEMA. Pero no nos desanimemos. Esperemos a las elecciones, y veremos como se convertirá en el nuevo caballito de batalla, cada candidato expondrá a más y mejor su abanico de soluciones mágicas de las que luego no veremos ni las fotos. Y lo más triste, es que no importa por quién votemos (debería ser con “v” o con “b”?). Al final, todos harán lo mismo. NADA.
A esto paso, lo más efectivo será llamar al Chapulín Colorado.
Estuve por Hunachaco recientemente y la verdad es indignante lo que están haciendo o no haciendo las autoridades liberteñas, la playa se va reduciendo semana tras semana, vi que estaban colocando arena gruesa en la playa pero es un gasto inútil ya que la fuerza del mar se lleva esa arena a los pocos días, la única solución es destruir o reubicar ese molón que "protege" al puerto de Salaverry, sino dentro de pocos años la actividad turística en Huanchaco desaparecerá y cientos de familias serán perjudicadas pues su economía (pesca, turismo, etc.) está viéndose enormemente afectada.
ResponderEliminarAsí es, desidia criminal.
ResponderEliminarNo sólo es un tema que afecta a unas familias, sus consecuencias socioeconómicas y ecológicas aún no se estudian...