El autor es Javier Megías, español, consultor en estrategias innovadoras para empresas y startups, especializado en modelos de negocio y asesor de la Comisión Europea, que de vez en cuando escribe sobre tópicos más generales y, como en este caso, da en el blanco.
Metemos a todos los jóvenes en el mismo saco. Nos quejamos amargamente de la generación NI-NI, del bajo nivel de involucramiento de los jóvenes en el trabajo o de su actitud reactiva ante la vida… y a la vez en nuestro rol de padres cuestionamos al profesor que les exige, los tratamos como a bebés y no dejamos que se equivoquen. Absurdo.
A los jóvenes de esta generación las cosas no les están saliendo muy bien. Una altísima tasa de paro juvenil, un porcentaje de fracaso escolar muy elevado, y el sentimiento que les transmite la sociedad de que son de “peor calidad” que los “de antes”… lo que a mi me parece un despropósito.
Yo tengo la suerte de poder tratar con muchos jóvenes. Gente extraordinaria que se aleja completamente del patrón establecido del NI-NI al que le resbala todo. Chicos y chicas que pelean con toda su alma por cambiar las cosas, ya sea intentando hacer el mundo un sitio mejor o innovando en las empresas.
Y curiosamente todos tienen algo en común: unos padres que les motivaron, que les exigieron más que al resto, que dejaron que se equivocaran y sobre todo, que inculcó en ellos una cultura del esfuerzo. Desde pequeños. Padres que seguramente lo pasaron mal discutiendo con sus hijos. Pero que hicieron un gran trabajo.
Sin embargo, muchos padres hemos tomado el camino más cómodo. O el que sienten más cómodo para sus hijos. Un camino en el que el padre hará lo que sea necesario para que su hijo no lo pase mal, para que no sufra decepciones y no sienta el amargo sabor de la derrota. En el que intentará proteger a su hijo de todo mal o frustración.
Y el impulso de hacerlo es absolutamente normal: cada vez tenemos menos tiempo para pasar con nuestros hijos, y queremos que sea lo mas feliz posible. Pero la vida es dura, y los niños tienen que aprender a vivir por sí mismos. Tienen que equivocarse y caerse. Tienen que sufrir y entender el valor del esfuerzo. Deben aprender a responsabilizarse de sus actos, de que papá o mamá no van a estar siempre arreglando las cosas y haciendo que su vida sea fácil.
Es muy duro, Dios lo sabe, ver que tu hijo se va a caer y no saltar en su ayuda. Pero como dice un buen amigo: "Si no dejamos que nuestros hijos se pelen hoy las rodillas, mañana se abrirán la cabeza".
Caricatura ganadora, Congreso Educación y Vida Sostenible, en Brasil. |
A gente que, a pesar de estar muy preparada, no se atreve a alejarse del nido. A tomar sus propias decisiones y encontrar su camino. Y no es culpa suya. Es culpa nuestra. Los colegios enseñan, pero es nuestro papel como padres educar. Enseñar a nuestros hijos que hay que esforzarse. Que el fracaso es dejar de intentarlo. Y que su futuro está en SUS manos… así que deben hacerse responsables de él.
En Occidente los padres nos esforzamos porque nuestros hijos vivan mejor de lo que vivimos nosotros… mientras que en Oriente los hijos se esfuerzan por vivir mejor de lo que vivieron sus padres. La diferencia es clave.
Fuente: http://javiermegias.com/blog/2013/10/la-culpa-es-de-nosotros-los-padres/16648/
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