23 de septiembre de 2010

Reflexiones de las 1000 visitas (o la katarsis de una bloguera novata)

El Rincón de la Katarsis superó la barrera de las primeras mil visitas. Como responsable del blog me siento muy feliz, pues es un indicador (no definitivo pero sí de referencia concreta) de que existe un nivel de interés por los contenidos que se publican en él. ¿Por qué es eso importante? ¿Por qué un blog? A fin de cuentas ¿por qué escribir? No acostumbro escribir cosas muy personales, pero creo que hoy me tomaré la licencia respectiva para hacer la excepción y tratar de contestar estas interrogantes.

Supongo que cada bloguero tendrá su propia respuesta; en mi caso este blog supone una alternativa de comunicación abierta y libre (y gratuita, a Dios gracias) que me permite realizarme en cuanto a comunicadora, sin que dicha realización exija un estado determinado de trabajo o de vida.  Es un punto intermedio entre el escucharte a ti mismo levantando tu voz, y sentir que ese sonido es valioso por sí mismo, y el saber que ese grito es compartido con otros seres humanos que encuentran en él algo que alimenta sus vidas. En ese momento, cuando logras llegar a una mente o un corazón,  y eres acogido, comprendido y, quién sabe, valorado, tu existencia como ente transmisor de pensamientos, tiene sentido.

Guardando las distancias, esto me hace recordar la vez en que vi mi primer texto publicado. Tendría 18 años y mandé un artículo sobre el Origen de la Mitología al diario La Industria, de Trujillo, el cual al cabo de unos días salió publicado en la página editorial. Aunque parezca inaudito, en ese momento yo estaba segura de qué quería ser, profesionalmente, pero la emoción que sentí viendo mi artículo en el blanco y negro del papel, me dejó sin habla por varios minutos (y quienes me conocen sabrán que no es algo que suceda con frecuencia).

Luego vendría mi privilegiado, y creo que muy productivo,  paso por las aulas de la Universidad de Piura (UDEP), con un mundo nuevo que abría ante mí, del cual ahora sólo destaco las excelentes clases de redacción de Nancy Salas y esas tardes calurosas cargando mi remington de cuchucientos kilos que debía pasar de una mano a otra para poder llegar a mi  aula sin que se desarmaran y rendir la práctica correspondiente, mientras llegaba el rumor de que en Diagramación querían enseñar el curso usando "computadoras". Un verano, casi al finalizar mis prácticas preprofesionales en el diario El Comercio, de Lima, la sección Cultural publicó íntegro un artículo mío sobre un libro que reseñaba el mundo de los danzantes de tijeras ("Los Dazaq") que mereció una felicitación de la jefa y me proporcionó felicidad sin límites. A partir de entonces ya nada fue igual y mi relación ineludible con el medio escrito estaba sellada.

En los noventa, la revista Sí, en ese tiempo importante medio de actualidad de circulación nacional, gracias al apoyo de Antonio Cisneros, aceptó recibir reportajes míos para su publicación, siempre que lograran la aprobación del caso. Mi primera entrega fue uno sobre las ruinas de Chan Chan y sus invasiones. Cuando me informaron que saldría publicado recuerdo haber ido al kiosco de diarios y revistas una y otra semana hasta que lo vi. Una portada a doble página con una foto a sangre, a todo color, un título inmenso y mi nombre como autora. Esa vez, luego de unos segundos de parálisis, me puse a saltar como loca diendo "¡salió! ¡salió! ¡salió! ¡salió!", ante el asombro de los muchos transeúntes que pasaban cerca mío en esa calle céntrica de la ciudad  y a hora punta.  Era imposible contener la emoción.

He publicado mucho luego de esos tímidos inicios, incluyendo un libro muy mal pirateado en internet y uno que otro premio, sin embargo por fuerza del trabajo que me ha llevado por otros lares, desde la educación religiosa hasta los espárragos y la responsabilidad social, no he escrito cuanto hubiese querido. Pero, afortunadamente, el llamado no cesa, como una voz que espera muy dentro de tu alma, y aunque la relegues al rincón más apartado y trates de no escucharla, se hace cada vez más fuerte a medida que va subiendo escalones, subrepticiamente, hasta tu corazón. Así que aquí estoy, creando este rincón y tratando de que su vida sea útil no sólo para mí, sino que pueda brindar un granito de arena en el disfrute o la reflexión de quienes tengan la oportunidad, tal vez el deseo, por qué no pensar que pueda ser el placer, de pasar por aquí.

Gracias por tu compañía en esta katarsis, y aunque confieso no saber si sea de mucha, poca o ninguna utilidad lo que escribo o publico, para mí es oxígeno puro.

Gracias por permitirme esta ventana a la vida.

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