En el Blog Sociedad Amantes del País, se acaba de publicar un artículo con motivo de la condecoración del ilustre historiador peruano José Agustín De la Puente y Candamo (Lima, 1922), quien ha recibido la Orden del Sol del Perú por sus servicios en favor de la investigación y la docencia de la Historia del Perú. La ceremonia se realizó en el Palacio de Torre Tagle y la condecoración la recibió de manos del Ministro de Relaciones Exteriores, doctor José Antonio García Belaúnde.
La nota me ha hecho retroceder varios años al tiempo en que, en las aulas de la Universidad de Piura, tuve el privilegio de ser su alumna y recibir clases magistrales de tan ilustre maestro. Con él entendí un poco lo que significaba ser peruano, y si no aprendí más no fue por defecto del profesor sino por limitaciones de la estudiante. La historia de la República se hizo tan dinámica y lógica, pese a los mil y un enredos que lleva en cada línea, en cada recodo, que parecía algo sucedido en la semana anterior, no cien años atrás. El Perú comenzaba a develar sus misterios gracias a él.
Cuando los alumnos lo vieron por primera vez, pensaron que era un anciano que daría aburridas lecciones tomadas de libros polvorientos, sin embargo su vitalidad y su amor por la docencia y por la historia, bien pronto corrigieron tan errónea percepción. Sus lecciones maravillosas no sólo eran de historia sino de filosofía de vida.
Recuerdo cuando alguien, que nunca falta, le preguntó qué hubiera pasado si en lugar de ganar Chile la guerra del Pacífico la hubiera ganado el Perú. El maestro, con su rostro sereno, fijó sus ojos en el muchacho y le dijo: "se pueden decir muchas cosas, pero no es un camino recomendable tratar de hacer la historia de lo que pudo ser y no fue". Y es cierto, y en la vida eso ha sido ley para mí.
El mestizaje era otro tema que lo apasionaba y del cual tenía un enfoque tan claro que permitía comprender lo simple y lo complejo, lo resuelto y lo inconcluso de nuestra vida como pueblo. Su amor por la lectura era demasiado para ser absorbido en las clases, verdaderamente magistrales, que quincenalmente recibíamos de él, pero creo que dejó en muchos ese interés por saber más, pero saberlo bien, no quedarnos con la apariencia de verdad, con esa pátina de historia que cubre cada uno de los entuertos fraguados por políticos corruptos interesados en que la verdad nunca se sepa pues no conviene a sus intereses.
Sanmartiniano de corazón, nunca esperaba la lisonja o el aplauso. Llegaba listo para comenzar la clase y en cuanto terminaba se retiraba a su oficina de profesor visitante, sin detenerse a charlar o perder el tiempo. Luego volvía a Lima y no lo veíamos hasta la siguiente quincena. Sin embargo se interesaba mucho cuando intuía que un alumno iba redescubriendo al Perú a través de esa historia, tantas veces mal contada, que poco a poco iba surgiendo, como el fénix que renace de sus cenizas, gracias a las lecturas y las clases vespertinas, bajo el ardiente sol piurano. Y entonces parecía sonreir.
Reciba, Maestro, mi humilde pero sincero homenaje.
La nota aludida pueden encontrarla en http://amantesdelpais.wordpress.com/2010/08/25/1318
Un breve resumen de su muy prolífica actividad la pueden hallar en
http://academiaperuanadelalengua.org/academicos/jose-agustin-de-la-puente
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