El siguiente artículo fue publicado el 18 de noviembre bajo el título "Por favor no repitan la invasión a Irak", por Vicenç Navarro, destacado catedrático por más de 35 años de las Universidades de Barcelona (España) y John Hopkins (Baltimore, EEUU) y director del Observatorio Social de España. Es un investigador confiable, muy citado internacionalmente, y por ello, y por su gran lucidez, comparto la publicación. Es una sesuda crónica de cómo se va sembrando lo que después aparece como "inesperado", y como nada es resultado del azar o del "fanatismo", a secas.
No se basa en teorías antojadizas o no probadas, sino en hechos crudamente analizados.
Cualquier persona que estuviera en Nueva York o tuviera familiares en Nueva York (como era mi caso) el 11 de septiembre de 2001, nunca olvidará lo que ocurrió en esa fecha cuando las Torres Gemelas colapsaron como resultado de un ataque terrorista de las fuerzas militares de Al Qaeda. En torno a 2.600 personas, todas ellas civiles, murieron aquel día en la ciudad.
Pero, por horrible que fuera lo que ocurrió en Nueva York aquel día, lo peor para EEUU y para gran número de países estaba por venir. El gobierno federal de EEUU, liderado por el gobierno Bush junior, respondió con una invasión militar de Irak, con la intención de eliminar el régimen de Saddam Hussein, presentado (erróneamente) como el incitador y facilitador de aquel ataque y portador de armas de destrucción masiva (que no existían).
Casi un millón de personas –la gran mayoría civiles- han muerto desde entonces como resultado de tal invasión y de la ocupación y conflicto bélico que aquella intervención originó, no solo en Irak, sino también en todo Oriente Medio. Es cierto que el régimen de Saddam Hussein fue eliminado. Pero el resultado que la invasión creó empeoró enormemente la situación en aquel país y en la región. Movimientos fundamentalistas islamistas surgieron con gran fuerza, el ISIS entre ellos, que, junto con Al Qaeda, fueron extendiéndose en Irak y en los países vecinos.
No se basa en teorías antojadizas o no probadas, sino en hechos crudamente analizados.
Cualquier persona que estuviera en Nueva York o tuviera familiares en Nueva York (como era mi caso) el 11 de septiembre de 2001, nunca olvidará lo que ocurrió en esa fecha cuando las Torres Gemelas colapsaron como resultado de un ataque terrorista de las fuerzas militares de Al Qaeda. En torno a 2.600 personas, todas ellas civiles, murieron aquel día en la ciudad.
Pero, por horrible que fuera lo que ocurrió en Nueva York aquel día, lo peor para EEUU y para gran número de países estaba por venir. El gobierno federal de EEUU, liderado por el gobierno Bush junior, respondió con una invasión militar de Irak, con la intención de eliminar el régimen de Saddam Hussein, presentado (erróneamente) como el incitador y facilitador de aquel ataque y portador de armas de destrucción masiva (que no existían).
Casi un millón de personas –la gran mayoría civiles- han muerto desde entonces como resultado de tal invasión y de la ocupación y conflicto bélico que aquella intervención originó, no solo en Irak, sino también en todo Oriente Medio. Es cierto que el régimen de Saddam Hussein fue eliminado. Pero el resultado que la invasión creó empeoró enormemente la situación en aquel país y en la región. Movimientos fundamentalistas islamistas surgieron con gran fuerza, el ISIS entre ellos, que, junto con Al Qaeda, fueron extendiéndose en Irak y en los países vecinos.
El gobierno
Aznar ayudó a tal invasión, y los ataques de Atocha fueron una consecuencia de
ello. El Reino Unido, gobernado por el Sr. Toni Blair, también apoyó dicha
invasión. Hace unas semanas, Blair, a la luz de los horrores que creó aquella
invasión, aceptó que había sido un error. No así el Sr. Aznar, que
previsiblemente, y con la rigidez y falta de comprensión de la realidad
internacional que caracteriza a la derecha española, continuó aferrado a su
visión del mundo. Hoy gobierna en España el mismo partido que la gobernaba en
aquel momento histórico. Y hay el peligro de que el gobierno Rajoy actúe de la
misma manera que actuó el gobernó Aznar.
¿Cómo está ahora respondiendo el gobierno
francés a la masacre de París? Lo mismo que el gobierno Bush hizo en
respuesta a la masacre del 11 de septiembre de 2001
Cuando la
invasión de Irak tuvo lugar, el gobierno francés no la apoyó. Creía, con razón,
que era un gran error. El gobierno federal y el Congreso de EEUU respondieron a
la falta de cooperación francesa con un gran enfado. Según el Congreso de EEUU,
Francia -el aliado más antiguo de EEUU- los abandonaba, e incluso traicionaba.
El plato de patatas fritas que servía el restaurante del Congreso, conocido
como “french fries” (“patatas fritas francesas”) fue bautizado de nuevo como
“liberty fries” (“patatas fritas por la libertad”). El resto es bien conocido.
Un millón de muertos más tarde, los movimientos fundamentalistas islamistas se
han ido expandiendo en toda el área. Y la situación ha empeorado claramente.
Fue la invasión patrocinada por el trío Bush-Blair-Aznar la que creó las
condiciones para que surgiera el Estado islámico. El Estado iraquí, liderado
por el dictador Saddam Hussein, colapsó, iniciándose las luchas entre las
distintas partes y componentes de Irak, percibiéndose el nuevo Ejército de Irak
como un ejército –creado por las fuerzas ocupantes- carente de legitimidad,
visto por amplios sectores de la población como un nuevo instrumento de
represión interna. Fue en este contexto que aparecieron las fuerzas radicales
fundamentalistas islámicas que establecieron el Califato o Estado Islámico.
Después de
Irak surgió Libia, donde se destruyó el régimen dictatorial laico del General
Gadafi. La novedad fue que esta vez Francia jugó un papel clave en el cambio
del régimen de Libia, bombardeando aquel país, con miles y miles de muertos
civiles. Los portavoces intelectuales del establishment político-mediático
francés, tales como la voz más servil de tal establishment, el Sr.
Bernard-Henri Lévy, presentó tal campaña militar como la “gran defensa de los
derechos humanos que caracterizaba al Estado francés”, frases que fueron una
copia mimética de lo que habían dicho las voces serviles de establishment
político-mediático estadounidense para justificar la invasión de Irak. La única
diferencia era que Bernard-Henri Lévy hablaba del Estado francés (heredero del
imperio francés conocido por su brutalidad en África) y en el caso de Irak se
referían al Estado federal estadounidense (cuyas intervenciones militares
–excepto durante la II Guerra Mundial- se han caracterizado por la ayuda a
dictaduras enormemente represivas). Por lo visto, ni Bernard-Henri Lévy ni las
voces que apoyaron al Presidente Bush junior no se dieron cuenta de la enorme
contradicción de presentarse como defensores de los derechos humanos cuando su
mejor aliado en el Oriente Medio era Arabia Saudí, que es uno de los regímenes
más opresivos y crueles existentes en aquella zona. Y es uno de los mayores financiadores
de los extremistas fundamentalistas islamistas.
Como era de
prever, la caída del dictador, el General Gadafi, creó un vacío de poder que lo
ha llenado el extremismo fundamentalista islamista. Hoy Libia es una enorme
fuente de yihadistas (véase mi artículo “¿Dónde está Bernard-Henri Lévy?”,
Público, 27.11.2013). Y ahora Francia y EEUU están intentando hacer lo mismo
con el régimen dictatorial laico en Siria dirigido por Asad. Y no hay duda de
que ahora los bombardeos del gobierno francés sobre poblaciones musulmanas que
se ha intensificado este fin de semana como respuesta a la masacre de París,
además de aumentar el número de refugiados (ver mi artículo “Las causas del
problema de los refugiados”, Público 09.11.15), aumentarán y expandirán el ISIS,
creando mayor y mayor simpatía por tal organización entre las poblaciones
musulmanas. En realidad, el ataque de los yihadistas tenía como objetivo crear
una respuesta que haría escalar todavía más el conflicto, pues esta es
precisamente la causa de su crecimiento. Y como era predecible, al Sr.
Bernard-Henri Lévy le faltó tiempo para llamar a la guerra en nombre de los
derechos humanos (Bernard-Henri Lévy, “La guerra, manual de instrucciones”, El
País, 17.11.15). Ahora bien, sería un enorme error que España volviera a apoyar
otra invasión, como antes apoyó la invasión de Irak y de Libia. Pero mucho me
temo que el gobierno español lo hará. Y serán años de enormes tensiones, pues
España está en un área muy próxima a varios de los centros del conflicto.
¿Cuáles son las causas reales del
crecimiento del movimiento terrorista fundamentalista islamista?
La gran
mayoría de países donde hay un conflicto bélico estaban regidos por sistemas
casi feudales, como lo es hoy Arabia Saudí. En todos estos países surgieron
movimientos laicos progresistas de distintas sensibilidades (que variaban desde
socialistas hasta comunistas) que deseaban cambios profundos en estas
sociedades. Cuando los regímenes feudales estaban cayendo, resultado de su
presión, los gobiernos occidentales apoyaron, dentro de las fuerzas laicas, a
las que frenaron el auge de los movimientos de izquierda, a los cuales
reprimieron. El caso más claro fue el nacimiento del régimen de Saddam Hussein,
que se estableció con el apoyo del gobierno del Reino Unido y de EEUU. En
aquellos países en los que no pudieron parar a estos últimos movimientos progresistas
reformistas, entonces apoyaron a los fundamentalistas religiosos, profundamente
antireformistas, como fue el caso de Afganistán. Recordemos que Bin Laden había
estado en la nómina de la CIA del gobierno federal de EEUU. Y en Siria, el
gobierno federal de EEUU junto con el Reino Unido y Francia, ayudó en su día a
los fundamentalistas religiosos en su lucha contra el dictador laico Asad, con
el probable resultado que el colapso de tal régimen significaría la ruptura de
Siria, con una enorme expansión del ISIS en aquel territorio.
Pero los
yihadistas tienen su propia dinámica, con su fundamentalismo religioso que está
hoy revolviéndose contra sus creadores. Lo que los gobiernos que se autodefinen
como democráticos tenían que haber hecho era no intervenir a favor de las
fuerzas más reaccionarias, que al impedir los cambios estructurales en aquellos
países han perpetuado estructuras enormemente opresivas que están sojuzgando a
sus pueblos y que generan la radicalidad bélica religiosa que los gobiernos occidentales
apoyaron y que ahora se les vuelve en contra. Una guerra de clases se
transformó deliberadamente (en un intento por parte de los fundamentalistas
religiosos de los dos lados del conflicto) en una guerra de religiones que está
recogiendo una enorme simpatía entre los grupos musulmanes discriminados en los
países democráticos (de donde surgen terroristas), siendo Francia el caso más
manifiesto. El sueño de la ultraderecha francesa, que puede en un día próximo
gobernar Francia, y el sueño del ISIS, es que haya una guerra de religiones,
culturas y civilizaciones, favoreciendo así el surgimiento del nazismo de nuevo
en Europa. Y ahí están las raíces del problema, y que los bombardeos ayudarán a
exacerbar y faciitar. Creerse que el problema del terrorismo se resolverá a
base de bombardeos e intervenciones militares en Siria es tan absurdo como
creerse que la invasión de Irak y los bombardeos de Libia resolverían los
problemas del terrorismo fundamentalista islamista. En realidad, han ayudado a
su extensión. Así de claro.
http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2015/11/18/por-favor-no-repitan-la-invasion-de-irak/
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