Muchas personas hacen lo mismo con lo que les pasa: algún tiempo después de la experiencia, vuelven a recordar lo vivido y comienzan a pensar sobre lo sucedido una y otra vez.
Cuando se trata de eventos positivos, este proceso puede ayudar a generar ideas nuevas o incluso puede desarrollar a creatividad, pero cuando se trata de sucesos negativos, y la persona vuelve a recordarlos y sigue dándole vueltas en la mente, la cosa es diferente, pues sólo recupera las sensaciones negativas que tuvo al vivirlos y comienza a sentir ansiedad, enojo, vergüenza o hasta depresión. Es más, pensar y repensar en lo mal que nos sucedió, dando vueltas a nuestros pensamientos, comenzamos a generar preguntas, asociaciones negativas que crecen y nos llegan a agobiar, lo que puede llegar a ser agotador.
En el sitio "Conectando Neuronas", encontramos un excelente artículo de Tais Pérez, "Los pensamientos negativos pueden arruinarte la vida" (http://taispd.com/pensamientosnegativos/), donde comparte resultados obtenidos en un estudio realizado con más de 30,000 personas, que revelaron que "lo qué pasa realmente no es lo importante. Lo que determina nuestro bienestar psicológico es lo qué pensamos acerca de lo que nos pasa".
Yo, personalmente, tiendo mucho a esta rumiación psicológica, y puedo dar fe de sus tremendos efectos contaminantes y depresivos. Comenzamos bien el día hasta que recordamos "ese" hecho que nos molestó tanto ayer, hace una semana o hace un año o más, el tiempo no es importante, y comenzamos a revivirlo y a recordar todo lo que sentimos, escuchamos o dijimos al respecto. Nos renacen las ganas de haber hecho o dicho esto o lo otro, y sentimos nuevamente la impotencia de lo que no llegamos a hacer o decir.
¿Qué se gana rumiando los problemas?
Supuestamente, a nadie le gusta sentirse mal (preocupado, molesto, angustiado), sin embargo, dije "supuestamente" porque no siempre es así. Muchas veces obtenemos una "recompensa" al regenerar o recrear esos pensamientos negativos, que inconscientemente nos aportan algo que consideramos de valor. Repasemos y veamos que puede haber para nosotros en esta cajita de Pandora:
- Sensación de ser víctima. Eso no debería ser bueno para nadie, pero tal vez en la lejana infancia nos fue bien cuando algo nos pasó (nos hicieron algo) pues los demás nos daban atención, se preocupaban por nosotros, en resumen, fuimos el centro de la atención y esa experiencia fue muy gratificante. En consecuencia, buscamos ser víctimas nuevamente, sin reflexionar sobre el hecho de que ahora somos adultos y debemos buscar gratificación por otros medios, saludables y maduros, que nos ayuden a ser más, no a recibir pena y lástima.
- Autocompasión. Muy relacionado con el anterior, permite desarrollar todo un discurso en el que reforzamos nuestra vulnerabilidad ante un mundo hostil y agresivo. A veces las madres repetimos cantaletas como "ese es malo, hijito, pero yo ya lo voy a castigar para que no te vuelva a molestar, pobrecito mi bebé". Ideas como esa, repetidas por mucho tiempo, generan la sensación de que somos amados cuando somos vulnerables e indefensos, y para recrear ese esa sensación, recurrimos a la autocompasión y así merecer la lástima y el apoyo de los otros.
- Ayuda gratis. ¡Sí! Conozco muchas personas que después de estar dándole y dándole a problemas que debieran superar y dejar de lado, sólo se quejan en cuatro idiomas y terminan logrando que alguien intervenga en su auxilio (aunque sea para que dejen de fastidiar) pero, al fin y al cabo, ¡consiguen que los demás les hagan muchas cosas!
Si queremos sentirnos bien y disfrutar de bienestar, debiéramos reflexionar seriamente en la necesidad de dejar de rumiar nuestras vivencias negativas y hacer cambios... YA.
Dado que soy una víctima de la rumiación mental, y porque tal vez a usted le suceda lo mismo, comparto sugerencias para superar este mal hábito.
Cómo ganar la batalla en 4 pasos:
- Reconoce que te hace daño. Si lo piensas con sinceridad, verás que es un hábito que te proporciona poco beneficio para lo mucho que te estresa o angustia. ¿verdad que sí? Nada mejor que librarnos de lastres y salir a disfrutar la vida. Siempre tendremos problemas, pero al menos, que no sean gratuitos y absurdos.
- Identifica la voz crítica interior cuando te habla. ¿Cuándo empiezas a atacarte? ¿Es cuando te sientes insegura por algo? ¿cuándo están a punto de lograr algo? Si logras reconocer los escenarios en los que más te criticas, podrás estar alerta porque sabrás cuando es más probable que aparezcan éstas voces negativas. Incluso, estarás mejor equipado para ignorarlas.
- Cero tolerancia con lo que te diga esa voz. Cada vez que aparezca el pensamiento, páralo. Parece el paso más sencillo, pero será un gran desafío. Las técnicas de parada de pensamiento e incluso de distracción de pensamiento derrotan al enemigo. Yo prefiero focalizar mi atención de inmediato en cualquier cosa que me permita salir del círculo vicioso (pensar en qué haré de comer, en los zapatos quwe me gustaron el otro día, o lo que fuese). También es útil empezar a cantar pues, finalmente, se logra lo mismo: distraerme de esa actitud que tratamos de evitar.
- Ponte en acción. Realizar una actividad física intensa influye en tu química interior y favorece la segregación de sustancias que te afectan positivamente en tu estado de ánimo. Sal a caminar, ponte a bailar, da unas vueltas en bicicleta, o lo que sea que puedas hacer que te ayude y te agrade. Generalmente luego de una actividad intensa podrás enfocarte en otras cosas positivas y continuar con tu día. También puedes poner manos a la obra en algún proyecto o tarea que tengas pendiente, no importa si es algo de trabajo o poner en orden tu clóset. Te servirá igual.
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