El otro día llevé a mi hija a la doctora con la que se atiende hace años, y al momento de sentarnos en la sala de espera vi que había, (oh, surprise!) una pantalla LCD en la pared. La innovación me pareció buena, sobre todo porque nunca dejan material de lectura al alcance y como son varios consultorios son muchas las personas esperando. Lo malo es que habían sintonizado un canal de telenovelas que miraban algunas mujeres con gran atención. A mí de sólo darme cuenta me dio ganas de apagar la TV, cosa que, por supuesto, no pude hacer, contentándome con irme con mi hija tan lejos del aparato como pudimos.
Tal vez para muchos de los lectores de este blog eso no parezca racional porque las telenovelas les parezcan atractivas, preciosas, llenas de mujeres guapas y ahora son producciones multimillonarias!!! De hecho me encantaría conocer su opinión al respecto, pero confieso que soy una enemiga acérrima de las telenovelas (culebrones o teleseries) producciones televisivas de inmenso éxito desde hace más de 50 años, cuando recibieron la porta de las “radionovelas” y dirigidas básicamente al género femenino (aunque muchos hombres “se prenden” y no hay quien los haga perderse un capítulo).