4 de mayo de 2012

San Martín de Porras a los 50 años de su canonización

De los santos y santas se habla mucho pero se analiza poco. Generalmente aprovechamos para: a) burlarnos de sus actos de sacrificio o desprendimiento, o b) dejar en claro que “hay que ser santo para hacer una cosa así”. Yo creo que los santos son seres humanos extraordinarios por su nivel de logro, más no porque sean superhombres o supermujeres. Si bien hay de todo, como en la botica, y hay casos que rayan en cuadros psicológicos o psiquiátricos, mayormente se trata de personas cuyo deseo de ir más allá en el servicio o el sacrificio, en nombre de su fe, habla de un amor a Dios y a la prójimo fuera de nuestro entendimiento, de seres mundanos, egocéntricos y consumistas.
Desde esa perspectiva, el caso de San Martín de Porras, primer santo mulato de América, merece un lugar especial, y de hecho lo tiene en mi corazón. Para quienes no lo conocen mucho, ad portas del 50 aniversario de su canonización les dejo unas pinceladas de su vida.
Nacido en el siglo XIV (8 de diciembre de 1579, día de la Virgen Inmaculada)  este pequeño fue hijo bastardo de un señor importante (un hidalgo español) y de una mulata (mujer de raza negra) libre, en Lima, Perú. Desde la cuna parecía tener una marca de vergüenza sobre sí, pero la vida, o los designios del cielo lo llevarían por otro camino. Negrito, de rasgos africanos como su madre, fue bautizado ese mismo año en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Santa Rosa de Lima, otra santa peruana. Fue confirmado por  el arzobispo santo Toribio de Mogrovejo.
Desde temprana edad daba muestras de su corazón generoso y su fe inquebrantable, y si bien el padre llega a reconocer a sus hijos cuando estaban crecidos, y pasa de una vida de estrecheces a una un tanto más cómoda, donde tuvo acceso a la educación, Martín crece y gracias a la buena influencia de una familia amiga, aprende el manejo de las hierbas y medicinas y se dedica al oficio de barbero, que en aquella época no se limitaba al actual “peluquero”, sino que incluía sacar dientes o muelas, hacer emplastos y curaciones con hierbas e incluso curar algunas lesiones haciendo cortes y suturas. De su trabajo vive, ya que se mantiene con lo que haga y a la vez ayuda a los pobres a quienes atendía sin cobrar, mientras su fama comienza a crecer. Su bondad, buen criterio y espíritu generoso comenzaría a hacerlo conocido como alguien a quien recurrir, tanto por problemas de salud como espirituales, de justicia o de amores, acudiendo a él gente de todas las clases sociales, por lo que no tiene asidero la versión de que fue despreciado o vejado en la sociedad en la que vivía.
Católico ferviente no deja de participar en la misa diaria, esforzándose por cumplir todos los mandatos de la Iglesia. El tema de su hábito al parecer se desprende de su misma actividad asistencial y religiosa, afanes ambos que por igual le motivaban. Dado que en Lima existían en ese entonces conventos de dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios y jesuítas, a los 16 años Martín elige aumentar su práctica de la fe bajo la regla de Santo Domingo, como hermano terciario, dada su relación estrecha con los dominicos de la ciudad, y que su pobreza y espíritu de austeridad le atrae por ser su propio estilo de vida. Mucha confusión ha habido sobre este punto, tanto en su caso como en el de Santa Rosa de Lima. ¿Qué es esto?
En la Orden de Santo Domingo había tres clases de integrantes: los sacerdotes, los hermanos legos (religiosos, pero no sacerdotes, que hacían trabajos auxiliares muy diversos), y los donados o miembros de la Orden Tercera  (por lo que se les llamaba “terciaros”) quienes recibían alojamiento en el convento a cambio de ocuparse de tareas menores, limpieza generalmente. Llevaban túnica blanca y sobrehábito negro.
Se cuenta que esta decisión contrarió a su padre, puesto que era quedarse como lo más humilde del convento, como un esclavo o un criado, pidiéndole que se hiciera hermano lego, pero Martín se resistió en virtud de su deseo de sacrificio y servicio, en imitación de su profundo amor por Jesús crucificado. Su deseo nacía de su absoluta humildad, pues era feliz de hacer las tareas que otros desdeñaban, para aliviar así la carga de los demás. Si bien ha pasado a los altares, entre otros nombres, como “el santo de la escoba”, esas labores de seguro las aprovechó más de un religioso de menor espiritualidad para tratar de herirlo o insultarlo. ¿Se puede ofender a un espíritu superior? No lo creo, y un ejemplo de ello lo tenemos cuando estaba fray Martín limpiando las letrinas, y un fraile le dice, sarcástico, que estaría mejor en el arzobispado de México, a donde quería llevarlo el nuevo arzobispo, a lo que el negrito contestó: «Estimo más un momento de los que empleo en este ejercicio que muchos días en el palacio arzobispal».
Su presencia en el convento y su relación con los dominicos le ayudan en su labor de sanador y su fama crece como el número de personas a las que ayuda y en muchos casos salva y comienzan a generarse las historias de sus milagros, desde curaciones extraordinarias hasta levitar (estar en éxtasis elevado sobre el suelo durante su oración) o estar en dos lugares a la vez (don de la ubicuidad). Muchas de estas historias se registrarían en el proceso de su beatificación como testimonios bajo juramento (1660-1686). Las historias de sus milagros, como la de “perro, pericote y gato”, son muy conocidas, aunque con el tiempo un tanto desvirtuadas. Si buscan mayor alcance, les proporciono el enlace para el texto original de Ricardo Palma. (http://books.google.com.pe/books?id=qXH7g0aqSnIC&pg=PA55&lpg=PA55&dq=ricardo+palma+tradiciones+%22los+ratones+de+fray+martin%22&source=bl&ots=a5sEsFZkRu&sig=VOy-OcPzyPYktYf2YTKPj-lZPNQ&hl=es&sa=X&ei=ZQekT-3gIIqCtgesopmFDw&ved=0CFoQ6AEwBA#v=onepage&q&f=false)
Sin embargo, dada su calidad moral y entereza de espíritu, profunda fe e intensa oración, creo que debiera incluirse en la lista milagros algunos menos espectaculares aunque no menos importantes, como haber logrado que gente de dinero diera tanto para ayudar a los pobres, como un Asilo financiado por el Virrey y clases de doctrina (religión) que impartía a los indios es algo que no se suele comentar. Su afán por la solidaridad fue un ejemplo arrasador en su tiempo, época de lujos y desenfrenos como lo sería hoy mismo. ¡Aflojar el codo de los poderosos para que compartan sus bienes es realmente una proeza que raya en lo milagroso! Por el contrario, Martín siempre vivió en gran sencillez y pobreza, sin afanarse jamás por nada externo, como ropa o placeres. Sus prendas siempre eran usadas y las llevaba hasta que no resistían un remiendo más.
Murió el 3 de noviembre de 1639, siendo llorado por todo Lima. Tanto se llevaban trozos de su túnica los que lo despedían que hubo de cambiarlo varias veces. El Santo de la Escoba fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 6 de Mayo de 1962.
Si quieres conocer más de su vida y milagros, encuentra mayor información en:
http://cofradesmp.jimdo.com/historia-de-san-mart%C3%ADn-de-porres/
http://www.elolivardefraymartin.com/50_Aniversario_Canonizacion_de_San_Martin.html
http://www.gratisdate.org/nuevas/hechos/hechos.3.4.htm
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/martin_de_porres.htm
http://www.arzobispadodelima.org/santos/smartin/
http://www.santopedia.com/santos/san-martin-de-porres/

1 comentario:

  1. Excelente artículo sobre nuestro querido Santo de la Escoba.

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