Lo que parecía sólo un tema para películas de ciencia ficción se ha vuelto una realidad trágica. No sólo se cuentan por cientos de miles las víctimas mortales del COVID19 sino que sociedades enteras están amenazadas por una muerte dolorosa pero a la vez aquejadas por la pobreza y todos los males propios del distanciamiento social y la falta de actividad económica, que afecta en lo macroeconómico como en lo doméstico e individual. Entre la muerte por asfixia y la muerte por falta de recursos, la cosa es terrible y de difícil pronóstico.
En lo personal, lo estoy viviendo en carne propia. Pese a haber implementado y ejecutado todos los protocolos habidos y por haber, con todo el cuidado puesto en ello, me contagié y estoy pasando la primera etapa de la cuarentena en casa. Afortunadamente tuve fiebre alta pero sólo tres días y a la parecer la medicación fue muy efectiva, en parte porque el disgnóstico fue temprano. Dos dosis de Ivermectina (una por día) y cinco días de Prednisona y Azitromicina han sido muy efectivas, ya que mis 58 años no me generan extremo peligro pero sí me ingresa al grupo de riesgo. Por otro lado, mis condiciones de salud, sin ninguna enfermedad preexistente, trabajan a mi favor.
Un lugar de encuentro para quienes se cuestionan temas de vida y sociedad; un espacio para compartir esperanzas, frustraciones, sueños y aquellas cosas que nos muestra la vida cada día...